El arte de decorar la mesa

¿Por qué nos gusta decorar la mesa?

La pastorcita quiere un café.

Una mesa bonita invita inmediatamente a sentarse.

Desde la aparición del fuego, en la Prehistoria, la idea de fuego-comida-cocción-hogar, nos acompaña. Nos seguimos reuniendo “en torno al fuego” para comer, conversar.

Los romanos comían tumbados en triclinios y fabricaban cerámica fina. Los filósofos griegos se reunían en banquetes privados en los que, además de comer y beber, exponían sus discursos, ¿no recuerdas el célebre título de Platón, El Banquete? En esta obra, un grupo de comensales, acompañados de música, bailes, bebidas, hablan sobre el amor y Eros.

A partir de la Edad Media empezó el arte de poner la mesa, tal como lo conocemos hoy y, aunque había vajillas, todavía comían con las manos.

Catalina de Médici.

En el Renacimiento, Catalina de Médici aportó a la mesa el tenedor de dos dientes; y de los bancos, se pasó a sillas individuales.

Catalina de Médici

Pero no fue hasta los siglos XVII y XVIII que las mesas se volvieron más sofisticadas en casa de los nobles, las “buenas maneras” eran respetadas a la hora de comer. En Francia, aparecieron los cubiertos individuales, y el tenedor (ya tres dientes), se colocaba a la derecha de plato, con el cuchillo. Los platos se disponían con perfecta simetría sobre el mantel, nombrando a esta forma, servicio a la francesa. Gracias a Versalles, este tipo de “savoir-faire” para la recepción, se extendió por toda Europa, adaptándose y evolucionando en cada país o región (servicio a la inglesa, a la rusa o gueridón). Además, de otros lugares llegaban alimentos y bebidas exóticas, como el café, el chocolate, las especias, etc., que fueron exigiendo nuevos utensilios de mesa.

¿Por qué dedicarle tiempo si es algo tan efímero: comer y recoger?

Caminos, vajilla, copas y decoraciones en azul turquesa. Caminos y mantel de Cruz Costa Costura. CONSÚLTANOS.

Una mesa bonita evoca días importantes, ocasiones especiales, comidas familiares, cenas románticas, bodas… En definitiva, rememora la celebración.

Mantel y servilletas color burdeos de Cruz Costa Costura. CONSÚLTANOS.

Pero, ¿deberíamos ser creativos con nuestra mesa en solamente en fechas especiales?

Decorar la mesa a diario es una forma de ser creativos, de poder jugar a decorar, desconectando de la rutina y forzándonos a hacer de los desayunos, aperitivos, meriendas, comidas o cenas, momentos de descanso, convertirlo en ratos especiales, tanto si lo hacemos en solitario o en compañía. Además, la prisa no es una excusa. Cuesta casi tanto dejar una mesa mal puesta, como ponerla bonita, simplemente añadiendo unas flores en medio.

No se trata de hacer grandes inversiones ni de tiempo ni de dinero:

  • No es necesario sacar de las vitrinas todas las piezas de la vajilla ni de la cristalería con cada comida. Se trata de pequeños detalles. Un mantel limpio, una vela o unas flores, una figura, algo de música… Como si de un baño de espuma se tratase. Hace poco vi una fotografía de una mesa de Devi W Titus en la que delante de cada servicio, a la izquierda, había un limón con el nombre de cada comensal, imagino que escrito con rotulador. Y en el centro de la mesa, jarrones con flores amarillas.
  • Muchas veces creemos que tenemos menos tiempo del que en verdad disponemos, sólo que lo gestionamos mal.

 

Decorar la mesa para los demás les demuestra atención, mimos, que los consideramos importantes, que creemos que merecen el mejor trato posible por nuestra parte, y que buscamos momentos especiales con ellos, para recordar.

Mantelería y caminos violeta de Cruz Costa Costura. CONSÚLTANOS.
¿Sabes cuántos años tiene la vajilla? ¡37!

Mesa de merienda con camino violeta y mantel de Cruz Costa Costura. CONSÚLTANOS.

Y si eres un aficionado del interiorismo, pero no te puedes permitir cambiar los muebles o la deco de tu casa a diario, ¿por qué no pruebas el arte de decorar la mesa? Sólo requiere interés. Busca, si ves que no lo dominas, información sobre el círculo cromático, colores complementarios (los que se oponen en el círculo cromático, como el violeta y el amarillo, el azul y el naranja, muy utilizados en pintura, para crear armonías de color), y no sólo este tipo de mezclas. Déjate inspirar por la naturaleza, colores de pájaros exóticos, flores…

El rojo de esta mariquita, que encontré el verano pasado, es complementario del verde de la hortensia.

¿Cuánto debe bajar un mantel respecto del tablero horizontal?

Aunque no hay que ser demasiado estrictos, ya que la mesa es para divertirse, innovar, improvisar…, generalmente, un mantel debe colgar, al menos, 30 cm. Puede ser más largo, pero tampoco debe llegar al suelo. Se recomienda, para manteles largos, dejar unos 6 cm desde el suelo, libres, para que los pies puedan quedar bajo la mesa al sentarnos.

Es recomendable, también, que el mantel tenga la forma de la mesa.

Y, finalmente, intenta, cuando practiques el arte de decorar la mesa, que los comensales puedan verse y hablar. No se trata de colocar demasiados centros y jarrones con flores, y que apenas podamos ver a quien tenemos enfrente. Una buena mesa debe invitar a la conversación, debe favorecer el estrechar lazos, no separar.

Estas tazas y el salvamanteles con estampado “azulejo” las he comprado este Enero en Porto (Portugal)
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HISTORIA DEL TRAJE DE FLAMENCA

MARICRUZ Y LA HISTORIA DEL TRAJE DE FLAMENCA

Maricruz o Cruz es el nombre de mi madre, así que bautizar a la colección de cuadros de flamencas en piel ha sido fácil, al ser el título de una célebre copla.

Maricruz. Cuadro de flamenca en piel.

Una de las cosas que me ha enseñado esta “maravilla de mujer” es que hay que saber aprovechar las cosas. Usar y tirar no es la primera opción. De modo que, como he tenido que documentarme para hacer estos cuadros de bailaoras, he decidido no desechar esa información y “reutilizarla” en esta entrada. Porque, aunque todos conocemos con detalle las formas y complementos que acompañan a este tipo de vestidos, no sabríamos responder a preguntas como cuál fue su origen, en qué ciudad se vieron por primera vez tantos volantes, cintas de flecos y adornos florales.

Flamenca en piel fantasía

1. ¿Orgullosos de lo flamenco? Reflexionemos un momento.

Antes de centrarme en el origen del traje de flamenca andaluz, me gustaría hacer una reflexión sobre lo que significa y ha significado para el resto del país, ya que, pese a ser tan valorado en este momento, no ha tenido siempre el mismo prestigio.

Se convirtió en un icono de Andalucía y de España, un símbolo que nos identificaba en el extranjero. Sin embargo, al margen de la repercusión del turismo del flamenco, del espectáculo, de la feria, y de toda la industria que lo rodea, no gustó a todos los españoles que en el extranjero se nos identificase con el traje de flamenca. Y términos como “folclórica” adquirieron, para algunos, un tono peyorativo.
Obviamente España es mucho más que eso, es un conjunto de regiones, cada una con su propia historia, algunas con propio idioma, tradiciones, folclore, riqueza cultural, vestimenta… Y es lógico que a todos nos guste vernos valorados y representados. No obstante, lo que molestaba no era que su región no tuviese esa importancia exterior, sino que desde fuera pensasen que todos los españoles nos vestimos de toreros y de flamencas. Como algo vergonzoso.

¿Qué hay de vergonzoso en que se nos asocie a la indumentaria flamenca? ¿Y de deshonroso? Es ofensivo el tópico que insulta, el que dice que unos son vagos, otros analfabetos, otros tontos y otros arrogantes por el hecho de pertenecer a una región. En mi opinión, que se nos asocie a un símbolo no tiene nada de feo. Y si alguien cree que -en su región también hay patrimonio cultural importante, digno de ser reconocido, en vez de quejarse, debería intentar promocionarlo.

Andalucía es el resultado de cruce de pueblos, conquistas, reconquistas, invasiones, tradiciones, arquitectura, arte, música. Como gallega, me encanta que se conozca y valore el paisaje, cultura y artesanía de mi región, pero no me siento “atacada” en absoluto si algún extranjero me dice que la ciudad que más le gusta de nuestro país es Sevilla. Me siento más bien orgullosa de la riqueza cultural española. Tendrán tiempo, si es lo único que saben de nosotros, de descubrir que hay más cosas que ver, hacer, disfrutar y valorar.
A muchos les avergüenza el tópico. Les parece vulgar que se nos asocie al chorizo, la tortilla o la paella. Para mí lo más dramático es que en unas partes tiremos comida, y que muchos otros mueran a causa del hambre. No es ni un problema, ni siquiera algo importante o relevante, que de España algunos sólo conozcan la tortilla de patatas o la paella, de hecho son dos platos exquisitos de los sentirse orgullosos.

¿Y qué hay de malo en el tópico?

Venecia es más que gondoleros, somos plenamente conscientes, pero es la imagen que nos viene a la cabeza, y en México no sólo hay bigotes y mariachis. A los franceses no les molesta que se les asocie a María Antonieta, aunque le hayan cortado la cabeza en su momento y son mucho más que París y croissants o macarons. En Hawai no van a la oficina con collar de flores y falda de paja, y dudo que se ofendan si asociamos su imagen externa a su danza sensual o al surf, y así un largo etcétera. En Portugal no están constantemente tristes, aunque su música más internacional sea el fado…

La diferencia radica en si estamos orgullosos del tópico, como parte de un todo, o si nos avergüenza. Y ese rubor proviene de la inseguridad, de una baja autoestima colectiva -“que no piensen los de fuera que somos poca cosa, que sólo comemos paella y vestimos de flamencas”-. Ya me gustaría a mí calzarme un traje de flamenca para salir a pasear por las calles de mi Pontevedra: un Ana Morón, el lunes, un vestido de Guadalupe Moda Flamenca el martes, Cristina García el miércoles, Pedro Béjar el jueves, y así hasta el infinito. De hecho, tengo mis zapatitos rojos de lunares blancos, para poner con los vaqueros.

Desfile del diseñador Pedro Béjar. Imagen www.diariodesevilla.es/

 

2. Ahora sí: busquemos el origen.

No se ha encontrado una fecha exacta para datar el origen del vestido de flamenca, y buscando documentación, podemos encontrarnos con teorías muy dispares, desde épocas prerromanas, que es una adaptación urbana del traje de gitana, que proviene del cruce cultural…
Lo que ha servido para poner fechas aproximadas son los grabados, cuadros y escritos que se disponen de la primera mitad del siglo XIX, en los que se hace referencia al atuendo típico andaluz, siguiendo la moda de colecciones sobre atuendos regionales o nacionales. Para Andalucía se recogen 3 tipos diferentes de traje femenino: el de Labradora, Maja y Petimetra. El traje de labradora, rural, se parece al de otras regiones españolas, sin anticiparse en absoluto al que conocemos como traje de flamenca. Sin embargo, en el vestido de maja, más urbano, si encontramos antecedentes: volantes de encaje sobre la falda de seda de diferente color, el talle ajustado y la mantilla. Mantilla y mantón -de China, aunque conocido como mantón de Manila, al ser importado desde allí- se hicieron populares durante la segunda mitad de este siglo. Y, por supuesto, el adorno floral, en la cabeza, ya fuese con o sin peineta, o en el escote.

El traje ha sido y es un modo más de comunicarnos, de mostrar nuestra pertenencia a un grupo, nuestra clase social, de rebelión o de clamor por derechos. Durante la segunda mitad del siglo XVIII en Sevilla, las clases sociales no pertenecientes a la aristocracia ni burguesía, o sea, las más humildes, buscaron marcar la diferencia. En vez de imitar el traje de las clases altas, como era habitual, los majos y majas fueron los que convirtieron su atuendo en moda. La bata con volantes de las gitanas y campesinas influyó en las clases más acomodadas. El deseo de diferenciación frente a la moda extranjera, la “gitanofilia” que se desató entre la juventud de las clases altas, que comenzaron a dar valor a los cantes y bailes gitanos llegaron a conformar el todo que es el flamenco.

La importancia de la Feria.

En 1846, dos concejales del ayuntamiento de Sevilla tuvieron la idea de restaurar aquella idea de Alfonso X de crear dos ferias anuales para la ciudad. Una en abril y otra en septiembre. Al final la intención quedó en una feria anual, en abril, y el 5 de marzo de 1847, Doña Isabel II firmó una Real Orden confirmatoria. Se inauguró la feria con casetas en las que se vendía vino, aguardiente. Estuvo vinculada a lo taurino desde su origen.
Las mujeres de las clases populares llevaban trajes vaporosos y mantones de China a los hombros. Las de las clases acomodadas, lucían los diseños de París para las fiestas nocturnas en las casetas. Pero el traje de gitana se fue imponiendo poco a poco. Fotografías de 1915 muestran ya a mujeres yendo a la feria vestidas de flamenca.

Entre 1890 y 1910 se conformó lo que es el atuendo que conocemos actualmente.
El traje muy ceñido al talle, con escote y falda acampanada con volantes, en principio confeccionados con tejidos baratos como el percal, liso, de lunares o estampado. Bajo la falda, enaguas almidonadas con uno o varios volantes para dar volumen -ya no se utilizan-. Pañuelo de cuatro picos de seda bordado, rematado con tira de flecos, mantón de China, complemento de mantilla de encaje sobre una peineta de nácar o carey -aunque el uso de mantilla fue decayendo durante los años treinta.

Reanudación tras la guerra.

Y tras la suspensión de la feria durante la Guerra Civil y su reanudación en 1940, la mantilla se utilizaba para la Semana Santa y corridas de toros. El moño bajo se adornaba con peineta o peinecillos y flores, naturales o artificiales. Collares de cuentas de perlas, coral o artificiales, pendientes pulseras, todo de colores llamativos y zapatos con trabillas, para facilitar el baile, terminaban el atuendo.
Tras la Feria de 1929, el traje se consagró como atuendo oficial para acudir a ella
A partir de ahí fue evolucionando.

Evolución.

Lola Flores, La Faraona. Imagen de www.eslang.es

Por ejemplo, en los años 60 del siglo XX, hubo un cierto rechazo del traje por parte de la juventud, pero a finales de la década, fue superado, y siguiendo el auge de la minifalda, el vestido se acortó hasta media pierna y rodilla, además de aparecer los estampados psicodélicos.
Década de los 70: el largo del vestido volvió a los tobillos.
Los 80: se volvió al traje de los años 40, y se recargaron de encajes almidonados y cintas de raso.
En los 90: se hizo más ligero, con menos adornos y aparecieron nuevos escotes.
1995: se creó el Salón Internacional de la Moda Flamenca (SIMOF), en el Palacio de Congresos y Exposiciones de Sevilla (FIBES), donde, tanto diseñadores consagrados como nuevos valores, exponen sus creaciones. En la última edición, 2018, se presentaron 1500 modelos creados por 50 diseñadores.
Además, comenzaron a separarse los trajes utilizados según fueses para romería, feria o bata de cola para el baile profesional.

 

Tipos de traje.

Mujeres con traje de gitana. Imagen de www.barbararosillo.com

TRAJE DE ROMERÍA.

Aunque son muchas, la más popular es el Rocío. A la romería en la aldea se acude con la bata rociera, de una pieza, aligerada de volantes, más sencilla que el traje de la Feria de Sevilla. Para el camino es común el uso de batas ligeras o falda y camisa o camiseta, alpargatas, botas camperas u otro tipo de calzado cómodo, y flores silvestres como adorno. La cabeza puede ir cubierta con pañuelos o sombreros.

Fotografía de la romería del Rocío. Fuente http://agentur-focus.de/de/fotografen/christoph-otto/portfolio/?view=grid

 

TRAJE DE FERIA

Además de la Feria de Sevilla, el traje de flamenca se usa en Jerez de la Frontera, El Puerto de Santamaría, Sanlúcar de Barrameda, Cádiz, Málaga, Córdoba, Huelva… (BUSCAR FERIAS)
Los trajes cambian según modas o diseñadores. Los volantes pueden ser de capa (cortado al bies, cosidos sin fruncir, pegados a la falda) o al hilo (en línea recata y fruncidos, siguiendo el hilo de la tela). La falda base es acampanada y está formada por seis piezas trapezoidales llamadas nejas, alrededor de las cuales se sujetan los volantes, en forma de ondas, de forma asimétrica o concéntricamente.
Como explica Rosa María Martínez Moreno* en su texto El traje de flamenca: una aproximación etnológica -fuente muy importante para la creación del presente artículo-, existe una forma denominada María de la O, porque, aunque ya se utilizaba, se popularizó a partir de la canción interpretada por Estrellita Castro, y que consiste en una serie de volantes cosidos entre sí, siempre con mayor amplitud que el anterior, y que dan a la falda entre 9 y 12 metros de vuelo.

*Rosa María Martínez Moreno, cuya tesis Doctoral se tituló “La Indumentaria Flamenca: Vestimenta, Imagen e Identidad en Andalucía”, es Maestra, licenciada en Geografía e Historia y doctora en Antropología Social y Cultural por la Universidad de Sevilla. Completó sus estudios doctorales sobre Moda e Indumentaria en la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales de París.

LA BAILAORA Y LA BATA DE COLA

Sus formas son muy variadas, directamente relacionadas con el tipo de baile que interpretan, dejando movimiento a las piernas y brazos. Desde trajes sobrios y sencillos a vestidos llenos de volantes y cortes, con talles ajustados que destacan la figura de la artista.

La bata de cola tiene un papel protagonista en este tipo de vestidos. Su confección es complicada. Apareció en la segunda mitad del siglo XVIII, confeccionada entonces en un tejido labrado en tonos pastel y con adornos florales. Arrastraba en la parte trasera y se ajustaba al cuerpo con cordones y cintas. El escote era redondeado y las mangas tres cuartos. Abajo, la falda con tablas que daban vuelo preciso para bailar y en los laterales dos aberturas, para esconder bolsillos. Hoy en día los colores no se limitan a los tonos pastel. Es considerada como una prenda que destaca la feminidad, que la hace majestuosa, y el saber bailar con ella es una señal de arte, ya que es complicada. Actualmente, algunas de sus defensoras, como Matilde Coral, intentan concienciar de su uso e importancia, para que no desaparezca. Yo así lo espero. Larga vida al flamenco, larga vida a la bata de cola y a los demás tipos de traje.

 

María Gondar para el Blog de Cruz Costa Costura.

 

 

 

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